se enfoca en el crecimiento personal derivado de la relación individual con Dios, abarcando aspectos como la formación de un carácter compasivo, la identidad arraigada en Cristo como hijo de Dios, el desarrollo de una autoestima saludable y el reconocimiento de los dones y talentos otorgados para servir a los demás. También implica la manifestación del fruto del Espíritu Santo en la vida diaria, enfrentando los desafíos cotidianos desde una perspectiva de fe en Cristo. Este concepto no solo abarca el aspecto espiritual, sino que influye en todos los aspectos de la vida, guiando el comportamiento y las decisiones hacia una vida más plena y significativa en comunión con Dios y en servicio a los demás.